Na segunda metade do século XIX, e durante as primeiras décadas do século XX, a emigración galega ás Américas alcanzou as súas maiores taxas. De xeito inverso ó que sucedera cos britanos na Tardoantigüidade, agora eran os bretoñenses os que se embarcaban na procura de prosperidade en outras terras. A Pastoriza foi a rexión da Terra Chá con máis emigrados, algúns dos cales retornaron con ganancias e inverteron en negocios e novas vivendas como a que nos acolle. Sen embargo, outros moitos morreron lonxe da súa terra natal. Un deles foi o bretoñés José Leiras, falecido nas Américas en 1931. O 27 de Novembro dese ano, ó pouco de proclamarse a II República, o seu amigo e veciño José María Bouso Fernández escribiu unha elexía na súa memoria. A temática non pode deixar de lembrarnos á famosa «Elegía» que o tamén gandeiro Miguel Hernández dedicaría ó seu amigo Ramón Sijé uns anos máis tarde.
No poema destaca a simboloxía do reloxo, un «invento sublime», mais agonístico, que fora instalado recentemente na igrexa de Santa María de Bretoña a iniciativa do falecido. Como se aprecia nas imaxes, a fachada oeste do templo sobresaía entón algúns metros por diante do campanario. Este espazo desaparecerá coa reforma de finais dos anos 50. Curiosamente, a fotografía máis antiga da igrexa parroquial foi publicada precisamente en América, no Almanaque Gallego de 1914, unha revista fundada en Buenos Aires polo emigrante lucense Manuel Castro López.
Poema "El reloj" (José María -Xan- Bouso Fernández; Bretoña, 27.11.1931) Entonad con fé y amor, el himno de nuestra España, aquí, bajo la espadaña de este precioso reloj que ha de marcar de la vida nuestras horas de ilusión, nuestras horas de dolor, incluso nuestra agonía. Reloj: invento de martirio, que marca del emigrante, la angustia de aquel instante, en que su tierra dejó. Reloj: invento sublime, que marca al afortunado aquel instante anhelado en que a su tierra volvió. Cuantos, cual horas pasadas por la esfera de cristal, marchan sin dejar señal de una vida que se fue. Cuantos, como José Leiras, en tierras de lejanía, debaten con su agonía, el noble afán de volver. Y como el cuerpo no manda, pues el alma es la que ordena, mueren ¡ay! con la cadena del deseo de volver. ¿Quién alejado del pueblo donde nació, no ha intentado llegar a ser enterrado donde lo vieron nacer? Triste destino del hombre, que cumple su propio sino, ¡morir lejos!; qué destino tan triste tiene que ser. Mas tú Leiras, buen amigo, muerto en tierra americana, es tu sombra esta campana que anuncia el tiempo que es. Tu dinero e iniciativa, recordando a tu Bretoña, le han legado esta sonora campana, voz de metal. No temas, que han de olvidarte los que oímos a diario, la voz de este campanario que nos enseña a rezar. Torre, que marcas airosa el camino del que nace, desde tu alto se esparce, el sonido del reloj. Nos indicas que hacia arriba debe el hombre mirar; que el Cielo ha de consolar, al que vive y al que murió. Torre robusta, que ves, cómo bautizan al niño, cómo nos casa el cariño, cómo la Muerte llegó. Eres dichosa, que encierras, el recuerdo apasionado de Leiras, que acongojado en tierra extraña murió. Mas hoy, que se halla en el Cielo, a donde llegan los buenos, sabe cuánto le queremos porque así lo mereció. En tus entrañas de piedra, cual precioso relicario, queda ahora el campanario y la esfera del reloj. Que sirva a todo Bretoña, de ejemplo para imitar, este hecho singular, del hijo que se murió. La tierra donde nacemos, nos marca una blanca estela, que nos llama siempre a ella, con irresistible voz. Cumple también un recuerdo a dos que nos han ayudado en este trabajo amado; cual García José Ramón. Y no olvidemos lo hecho, con su ayuda perentoria, de la labor la meritoria de Cándido Castrillón.